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Nada(l)

Que yo recuerde, ésta es la primera Navidad en la que no he sentido nada. Sé que hay personas que odian la Navidad por motivos religiosos, ideológicos, o por que echan mucho en falta a los seres queridos que ya no están... Pero esto es casi peor. Yo siempre sentía algo especial por estas fechas, como una especie de calidez dentro y fuera de mi, a pesar del frío ambiente. O algún "pequeño milagro", nada extraordinario, pero sí cosas que corroboraban, a mi parecer, el carácter mágico de estos días. Mas esta Navidad... nada de nada. Será que ya soy demasiado mayor. O que ese niño que dicen que todos llevamos dentro ha pegado el estirón. O se ha fumado un porro y pasa de todo.

La invasión

Ya están aquí. ¿No los habéis visto, con esos extraños cascos, montados en bicicletas? Se comunican entre ellos con unos aparatejos rectangulares que siempre llevan en su mano. Si uno pega la oreja les oye hablar de mensajes, navegación, redes... También hablan mucho de gatitos, como ellos dicen, y se ríen mucho cuando lo hacen. Se ve que ya tienen controlada la especie felina y ahora van a por nosotros. Unas expresiones que usan mucho son "hashtag" y "trending topic"; si oís alguna de ellas, salid corriendo. Cada vez son más, pero a mí no me cogerán. Yo me vuelvo a mi cueva. Tengo que organizar la resistencia.

Buenos y malos

Ellos eran los malos y nosotros los buenos. Y así debía ser. ¿Cómo íbamos a luchar de otra manera? El problema era que yo conocía a muchos de los malos, entre ellos mi esposa. ¿Qué tenía que hacer con ella? ¿Matarla? ¿Entregarla a los buenos? ¿Expulsarla al territorio de los malos? Decidimos que la guerra no iba a acabar con nuestro amor y nuestra elección de vivir nuestras vidas juntos y, tras grandes esfuerzos y peligros, conseguimos pasar la frontera y salir del país. Afortunadamente, aún no teníamos hijos y nos resultó un poco menos difícil. Han pasado los años y seguimos juntos aquí, en el país vecino. Aquí han nacido nuestros hijos y somos todo lo felices que se puede ser. En nuestra patria, la guerra hace tiempo que acabó. Ganaron los malos, que ahora son los buenos. Pensamos a menudo en regresar, pero aquí no somos los malos ni los buenos. Sólo somos los extranjeros. Hasta ahora, por lo menos.

Antes

Dicen que antes los seres vivos tenían un cuerpo, que eran algo más que una sucesión interminable de ceros y unos. Dicen que algunos incluso tenían sentimientos y que se guiaban a menudo por ellos antes que por la razón. ¡Qué barbaridad! Se dicen tantas cosas... Hasta los hay que dicen que existe un universo material, inmenso y repleto de cosas terribles pero también maravillosas. Pero yo no lo creo y, además, no sé qué utilidad podría tener algo así. A mi entender, no son más que leyendas digitales. Habladurías de CPUs que tienen pocos datos que procesar.

Feliz aguafiestas

El turrón blando es muy blando, el duro es muy duro. El belén es demasiado tradicional, el abeto es una horterada. Los villancicos son una tortura. Las cenas familiares son un infierno. Las uvas se me atragantan, los polvorones se  me pegan al paladar. La programación navideña de todas las cadenas de televisión es para cortarse las venas. Los cuentos navideños me producen hiperglucemia y Dickens está más pasado que las sobras de la Última Cena... En resumen: no soporto la Navidad. ¡Pero me da tantos motivos para quejarme!

El Día de los Vivos

Igual que en el "más acá" se celebra el Día de los Difuntos (o Día de los Muertos, en México), en el "más allá" celebramos el Día de los Vivos. ¿Qué en qué consiste? Pues en que los muertos, que como cabe suponer no "vivimos" (¿o habría que decir "morimos"?) en los cementerios, volvemos a ellos para ver como los vivos nos recuerdan y nos rinden homenaje. Es una jornada agridulce, pues, aunque no nos vean, estamos más cerca que ningún otro día de nuestros seres queridos. Sin embargo, entre la indignación y la carcajada, también podemos ver a aquellos hipócritas que nos ignoraron o nos amargaron la existencia, convertidos ahora, por interés o mala conciencia, en los mejores guardianes de nuestra memoria. ¡Ay, si los muertos habláramos! Pero no lo hacemos a menudo, porque cuando nos "manifestamos", como dicen los cursis, los vivos quedan aterrorizados y no es plan que les tengan más miedo a la muerte del que ya le tienen. Porque la muerte,

No fue el otoño

No fue el final del verano, ni la distancia. No fueron nuestras diferencias o la vuelta a la rutina. Sí es verdad que todo ello influyó, pero lo que realmente hizo imposible nuestro amor fue el hecho de que tú fueras una isla. Desierta.